La Aviación tiene algo de especial, hablamos de ella como si fuera un héroe, como si fuera un ángel, como si fuera algo que todo el mundo cree que existe pero que jamás vio. Para los que la viven como un pasatiempo, un pasatiempo interesante, para los que la viven y trabajan con el alma.
Por Tom Ruibal
. . . ¿Qué trabajo? . . .
Tiene muchas facetas de la vida, lindas, feas, nos permite conocer personas que difícilmente no se conviertan en amigos, y nos da amigos que jamás olvidamos cuando se van a volar con sus propias alas. El Piloto aprende a volar hermanando teoría y práctica, generalmente un constante vivir de procedimientos y simulaciones de emergencias, a medida que el Piloto se va sintiendo cómodo con las maniobras, el vuelo comienza a ser vivido de manera más distendida, pudiendo disfrutar del paisaje y compartir de esta pasión que nos une.

Y el Piloto piensa: Si las personas vivieran todos los días como lo hacemos cuando volamos, que bien se sentirían, y cuanto alimentarían sus vidas. Generalmente las personas complican su existencia, tantas veces inútilmente y un problema lo lloran, lo lamentan, lo quejan; si fueran Pilotos, no podrían llorarlo, lamentarse o quejarse del mismo, pues ya estamos en emergencia ! pensaría el Piloto, dejando de lado todo ese cumulo de pensamientos y poniendo manos a la obra con el procedimiento que corresponda.
¿Qué tal si en vez de quejarnos, actuamos como los Pilotos cuando viven una emergencia?
¿Qué tal si en vez de tirar palabras a la nada, ponemos las manos en algo objetivo?
La vida muchas veces nos tira emergencias, ¿qué tal si las afrontamos y buscamos la manera de resolverlas? Las personas se preguntan a veces porque los Pilotos parecen tener siempre menos años de los que realmente tienen.
Quizás será porque las emergencias, tanto en sus actividades de vuelo, como en la vida real, se las toman como lo que son, emergencias de momento, no pierden tiempo en llorarlas, en estar tristes por lo que está sucediendo, hay que poner manos a la obra!
Todos somos Pilotos, todos volamos hacia algún lugar, y siempre tenemos alguien a cargo, aunque no lo hayamos visto subir a nuestro vuelo.